lunes, 29 de agosto de 2011

Yo no soy mis hijos

Si tuviera una hija la llamaría Lola. O Jacinta. Hay que estar preparada, se puede ser madre en cualquier momento. Al menos tener listo el nombre y el ajuar. Si fuera varón le pondría Francisco y le compraría también la pelota.
Si vinieran, pararía y les haría espacio. No me importaría que no duerman de noche, yo tampoco lo hago. Seríamos la única familia resplandeciente en la oscuridad de la cuadra.
Le espantaría los mosquitos y los miedos a Francisquito. Como puede sobresaltarse así un niño tan inocente que solo recibe cuidados y ternura. Lola sería más pancha, con su carita de galleta marinera.
Tendría que exprimirles el churrasco porque el jugo tiene mucho hierro. Y limpiarle los emplastos de puré de calabaza. A ellos, al piso y a ese vestido que tan bien me quedaba. Y cambiarle los pañales, con el asco que me da. Pero hay que hacer cualquier cosa por los hijos. Y una madrugada confundiría mi cara y mis hábitos con los de ellos sin saber quien es quien.
La manga de mi piyamas llena de moco y un chupetín pegado a la planta de los pies. Los acunaría haciéndoles escuchar “The King of Limbs” de Radiohead y ellos con los ojos como el dos de oros. Que mala madre sería. Cómo les explicaría a los maestros que un nueve no alcanza cuando el trabajo lo hicimos para diez. Si ni se como evitar que se empapen con las cruces que llueven sobre la ciudad.
Yo aletargada ante la fiebre, las raspaduras de las rodillas, la vecina que pide a gritos que se callen, las golosinas que les pican los dientes, los circos decadentes, los domingos de torneos, el primer cigarrillo…
Eso si, los vendaría de pies a cabezas para que se vayan sanando las heridas. Las de los compañeros a la salida, las de ser distintos, las de las borracheras, las de los amores contrariados. Las de las celadas que les va a tender la oscuridad y yo sin poder hacer nada.
Y después las madrugadas. Ellos que no regresan. El ulular del viento transformado en indicio de sus pasos, de la puerta que se abre, pero no… Ya me van a oír, le voy a dar un coscorrón, o mejor los echo de la casa. Al fin llegarían y me volvería el alma al cuerpo. Me iría a acostar rapidito para que no se enteren de mis preocupaciones. Mañana será otro día.
Otro día, detrás de otros que pasarían veloces. Hasta que llegaría ese, el de la partida para no volver. De nuevo las hectáreas de casa como un mar desnudo sin panes debajo del brazo. A volver a empezar pero ya sin veinte ni treinta. Cansada antes del primer paso.
Mejor no. ¿Para que tener hijos? Si una nace sola y muere sola. Una siempre esta sola. Y eso no hay sangre de mi sangre que lo pueda evitar.

1 comentario:

  1. Intimo, angustiante, pero cierto.
    Igual yo apuesto a mis hijos.
    UN GRAN ABRAZO AMIGO

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