sábado, 4 de julio de 2009

El rugido

A las 20:18 PM quedé ciego.
Se desplomó el ramillete de mis manos. Perdí el control. Hubiera querido volar pero no había viento. La quietud me produjo nauseas.

Estaba sólo, nunca nos habíamos separado.
Fue entonces cuando las pezuñas rasgaron el polvo, las fieras rugieron, los desconocidos me amenazaron y no supe como defenderme.

Definitivamente me había abandonado, lo leí en el informe. Lo confirmó mi piel insensible, mis líquidos secos y el aire ausente.

Si se hubiera quedado no me molestarían las estacas en mis manos. No tendría porque introducirme en esta grieta amenazante a buscar algo perdido sin saber que.
Se iría el sabor agrio de mis fauces, no lamería las heridas.
Me recuperaría, volvería a sentir los estigmas. No añoraría el origen.

Si se hubiera quedado junto a mi, no le daría el beso al loco agazapado en los confines de la caverna, ni lo absolvería eternamente.
No sentiría la dulce melodía infantil como un zumbido constante.
No repetiría esta oración entrañable.
No la llamaría con un rugido hasta el fin del universo: Puta, mil veces puta.

2 comentarios:

  1. Las bestias de dichas caracteristicas generalmente obligan a los otros a abandonarlas.
    Despues aullan o rugen, por la soledad que se buscaron. Por las putas que se fueron.
    Segui desgarrandonos con tus relatos. Que nos avivan las llagas.

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Se donde viven