viernes, 13 de febrero de 2009

Siempre hay una primera vez


En el fondo, detrás de un alambre tejido y un techo de chapa: un gallo y tres gallinas conviven con las moscas que revolotean alrededor de veintidós cuerpos amarillos.
La suave brisa de primavera arremolina las leves plumitas de los recién nacidos.
El niño luminoso admira su obra.
Hace apenas unas horas, guiado por la mano cálida de su madre dio vuelta la hoja del libro troquelado que mostraba a los alumnos con bufandas y la nieve en los tejados.
Con el aroma de puchero en la nariz vio aparecer, en cartón coloreado, a los pájaros y a las mariposas sobre los pimpollos a punto de reventar.
Aceptó la consigna: es la hora de renovar, de limpiar. Seguramente le agradecerían el baño lustroso que les acababa de dar a las veintidós crías.
Casi a diario había visto a la abuela arropar con devoción a los huevos con galladura. Usaba un giron de franela del saco viejo del abuelo. Si hasta ungió a la bataraza clueca a la categoría de reina. La sentaba en el trono que siempre fue suyo, el de la falda-delantal impregnada de tareas.
De repente, como un vendaval, se sintió sitiado. Pero no lo estaban felicitando. Debe haber un error, pensó ante los furiosos rezongos desdentados de la nona.
Después vendrían los tirones de orejas, el pedido de explicaciones y la sensación indudable de que algo muy importante se le había perdido.
Vio como la lluvia decoloraba lentamente las imágenes que en un minuto se transformaron en pasado. Los torneros de fútbol en la cancha de Pepo, la cuarta y quema, el espejito por la figurita difícil.
Pero igual se sintió poderoso. Como un semi dios (o como medio dios) al que se le asigna sólo la mitad de la tarea: “no podría dar vida…”. O quizá, vio que la línea que divide el bien del mal pasa por el centro mismo de su corazón. ¿Y quien esta dispuesto a destruir un solo fragmento de su propio corazón?
En un punto y a pesar de todo disfrutó del momento. Por primera vez contemplo el otro lado, lo integró y lo amo.
¡Que importancia tenia ahora lo por venir¡: El zumbido del aire comprimido deteniendo el vuelo de los pájaros, el agónico aullido de los gatos en el tacho lleno de kerosén o la luz extra terrestre iluminando a las vacas desangradas a la media noche.
Dicen que la primera vez es la mejor. A su manera él lo vivió así. El niño sombrío contemplo extasiado esos gloriosos veintidós cadáveres amarillos.

Jorge

5 comentarios:

  1. La verdad sin careta. Un cuento Junguiano.

    Excelente juego de luz y sombra.

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  2. Nos enseñaron que la línea que devide lo que esta bien de lo que esta mal es una recta. Yo creo que es una vivorita.
    ¡Muy bueno Jorge!

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  3. Aparecieron los pollitos!!! El inicio de la saga criminal. Buenísimo.

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  4. Maravillosas imágenes de lo que me pareció una ceremonia de iniciación!
    Me gustó este claroscuro humano. La crueldad de la inocencia.
    Saludos.

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  5. Muy bueno y como siempre el remate final.La otra cara de la moneda. Aguila Entonada

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